ENTREVISTA/La Vanguardia.- Con evidentes secuelas de un potente resfriado en la voz —“hacía mucho que no cogía una gripe y estoy muy quejica”, admite—, Pedro Almodóvar nos recibe en su luminoso despacho de su productora El Deseo, próxima a la madrileña plaza de Las Ventas, a siete días de que llegue a los cines su nueva película, Los amantes pasajeros. Pese al trancazo, está de buen humor. Ríe durante la entrevista y a menudo responde poniendo cara de criatura inocente, incapaz de matar una mosca, como al confesar que engañaron a los gestores del aeropuerto El Quijote al rodar allí ocultando lo que en el guión se dice de esta infraestructura. Durante tres cuartos de hora el más internacional de los directores españoles charla con los periodistas de este diario y de un rotativo madrileño, respondiendo alternativamente, risueño e incapaz de incomodarse ante este fuego cruzado.